Quizás llegó el momento de desconfiar
de algunos de mis impulsos, de analizarlos con frialdad.
De no entregarme al demonio que a
veces me domina y que busca, una y otra vez, confirmar el peor de los
pronósticos.
Quizás llegó el momento de valorar lo
que hay y dejar de lamentar lo que me gustaría que hubiera.
Quizás llegó el momento de aceptar
que el enemigo no está afuera sino adentro y que la lucha es contra mis
aspectos más destructivos.
Quizás llegó el momento de entender
que es mejor si peleamos en el mismo bando, que si peleamos uno contra el otro.
Quizás llegó el momento...
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